Había oído hablar sobre esta película hace ya tiempo, y sobre sus míticos veintidós minutos finales, esos que solo eran capaz de visionar unos pocos valientes debido a su crudeza y realismo, y debo admitir que así es.
La historia nos la presentan a través de video llamadas y cintas caseras, todo para dar autenticidad a un filme que transita entre la realidad y la ficción, y es que al tratarse de una historia basada en hechos reales es inevitable que al espectador se le encoja un poquito mas el corazón a medida que avanza la trama.
Si bien la primera hora de la cinta para muchos puede parecer tediosa y lenta, es totalmente necesaria para crear ese vinculo con las protagonistas a las que mas tarde veremos sufrir, y es que al abordar un tema tan de actualidad como cuales son los peligros de internet, hasta que punto controlamos a nuestros menores, y el uso que hacen estos de las redes sociales, te das cuenta que esto podría ocurrirle a cualquier hijo de vecino y eso acojona, y mucho.
Sobre el tan comentado final solo puedo decir que la falta de recursos y la simpleza de sus imágenes hacen que sea aun mas estremecedor si cabe, y que efectivamente estamos ante una película que te perturba y se te clava en la sien aunque no quieras, hay ciertas imágenes que no podré olvidar fácilmente y que van a hacer que no concilie el sueño en los próximos días.
Las dos protagonistas de la cinta; Amy Herman (Amber Perkins) y Megan Stewart (Rachel Quinn). |
Lo mejor: Las interpretaciones de las protagonistas. El tono mal sano que su director consigue recrear en sus veintidós minutos finales. Que al ser un producto menor la podamos disfrutar sin saber mucho sobre ella.
Lo peor: Que pueda afectar a los mas sensibles que se topan con ella sin previo aviso.